miércoles, 7 de mayo de 2014

Claves de Liderazgo

Cuando pensamos en un líder generalmente imaginamos los atributos que lo caracterizan. Es alguien visionario, justo, inspirador, competente, entre otras cualidades. Pero el líder, más que destacar por ciertos atributos, está en ese lugar de liderazgo gracias a la relación que crea con aquellos a quienes impacta. Una relación que incide en las emociones, el comportamiento y hasta el estado físico de las personas en su entorno. Recientes estudios de las neurociencias han demostrado que nuestros cerebros están interconectados en una especie de WiFi neuronal. Nuestros cerebros reaccionan y responden recreando las emociones que observamos y percibimos en otros. Además, principalmente aprendemos y nos desarrollamos a partir de otras personas. Pero nuestro cerebro no está en red con cualquier otro cerebro, sino con el de aquellos que nos importan y que tienen la capacidad de influir en nosotros, aquellos a quienes colocamos en un lugar de especial influencia en nuestras vidas.

El liderazgo: una relación
El liderazgo entonces es una relación. Esto significa que el liderazgo es parte de una red, un tejido que une al menos a dos en una relación donde uno está en posición de influir (positiva o negativamente) en el otro. Esto también significa que líder puede ser cualquier persona, por un período largo de tiempo o por lapsos momentáneos: el tiempo en que el ‘liderado’ se mantenga en su posición. No se necesita una credencial particular, sino que alguien nos confiera ese lugar. Claro que el liderazgo puede imponerse por el miedo, la fuerza o la coacción. Pero sabemos que el liderazgo más efectivo en nuestros tiempos no es el que se impone, sino el que se gesta naturalmente porque inspira y crea valor mutuo.
Siendo así, ¿qué puede hacer cualquier persona para ser un buen líder? Lo primero que debe hacer es conocerse a sí mismo. Conocer sus fortalezas y debilidades. Mantener constantemente una autopercepción activa para saber cuál es su estado mental y emocional, entendiendo que su estado incide en el estado mental y emocional de las personas en su ámbito de influencia. Si como persona me siento mal, frustrada, cansada y estresada, entonces eso es exactamente lo que voy a irradiar y ‘contagiar’ a mi alrededor. Si, por el contrario, me preocupo por estar bien, conozco la fuente de mi estrés y busco la forma de manejarlo para poder ser una persona feliz, entonces de una manera casi automática comienzo a generar eso mismo alrededor.
Lo segundo que debe hacer una persona para ser buen líder es preguntarse “¿cuál es el impacto que quiero tener en quienes me rodean?” Esa es la pregunta éticamente más importante que puede hacerse un líder, sea una madre o un padre, un profesor, un empresario o un político. Porque el impacto va a ser real e inevitable. Pero la calidad de ese impacto sí depende de la intención del líder.

Diálogo en democracia
En sociedades democráticas como la de nuestro país, el diálogo es crucial para poder avanzar en la dirección correcta.  Lo que define a un gran líder es su capacidad para conocer, entender y escuchar a los demás, y actuar de acuerdo a sus expectativas y necesidades.  Necesitamos líderes que tengan más capacidad de escuchar y crear diálogo. En este contexto, probablemente es más importante que el líder promueva un diálogo productivo e implemente los acuerdos de dicho proceso, que el que pueda plantear una estrategia predefinida y tratar de ejecutarla.
Los líderes son los que hacen cultura y son quienes pueden cambiarla cuando sea necesario. Por su función en el tejido social, ellos asignan valor a los atributos y comportamientos que serán considerados deseables en ese grupo. Es decir, son quienes crean y perpetúan los valores de una sociedad. Y los valores pueden apuntar a la solidaridad, la sostenibilidad y el amor, o pueden apuntar a la discriminación, la segregación y el odio. Los líderes deciden.

Los líderes de nuestros gobiernos, de los partidos políticos y de las principales instituciones del país deben comprender la responsabilidad tan grande que tienen de moldear nuestra sociedad a partir de su ejemplo, sus acciones y sus palabras. La responsabilidad que tienen de escuchar a todos y tratar de entender todos los puntos de vista, para después actuar de manera consecuente.  De esto depende el cambio que tanto necesitamos para poder vivir en sociedades que se desarrollen de manera más inclusiva y justa, donde todos tengan oportunidad de ser un líder positivo cuando llegue su momento.

jueves, 1 de mayo de 2014

¿Conozco cuáles son mis colores?
En nuestra vida todos somos como el pintor. Nadie es un lienzo en blanco, sino una hermosa obra única en el mundo. Y como el pintor, no estamos aislados de nuestro entorno, sino íntimamente conectados unos a otros. Los colores que usamos para nuestra obra de vida nos preexisten, son parte de la milenaria comunidad humana.
El acto de crearnos no es aislado, somos in-dividuos, indivisibles de las redes emocionales que nos conectan con nuestros seres primordiales (y quizás mucho más allá también) y que a la vez, aportan para definir nuestra identidad.
A la vez, somos libres. Cada uno de nosotros tiene la capacidad para conocerse profundamente y crear en su camino. Todos somos la creación misma. Esta es parte de la paradoja humana de la que todos somos parte: estamos profundamente conectados a otros, pero la experiencia de nuestra existencia también es íntimamente individual.
Todos tenemos la oportunidad de tomar el pincel con ese bello acto de libertad y dar los trazos que adquieren vida en nuestro cuerpo y alma. Esos trazos representan quiénes somos, cuáles son nuestras pasiones y talentos. ¿Pero conozco cuáles son los colores de mi paleta?
Cuando me atrevo, y decido ser mi propio autor sucede la magia. Eso es lo que más le dará sentido a la vida. Muchos otros van a aportar a mi obra y a disfrutarla, pero el estilo y el producto será propio. Nuestra mente es la que crea nuestra realidad, y por lo tanto, puede cambiarla intencionalmente.
Para esto es necesario conocerse y entenderse. Y para conocerse es necesario observarse, lo cual tiene como condición necesaria exponerse, mostrar nuestras verdades, deseos y sueños. Esta capacidad maravillosa y arte milenario de observar-se es lo que verdaderamente nos hace ser humanos, lo que nos diferencia de todos los otros seres vivos en el planeta. Quizás no siempre sea un acto placentero, quizás no nos gusta eso que observamos. Y ese es el principal reto para que nuestra obra pueda ser maravillosa y nos sintamos plenos al momento de crearla: lograr desapegarnos de aquello que nos causa conflicto. El apego puede ser sumamente poderoso. Pero a la vez podemos darnos cuenta de que ese es el único verdadero problema, saber dejar ir, saber fluir, aceptar. Ese es el punto de partida para poder realizar todo nuestro potencial.
Dicen que hay personas que pueden ver el aura de la gente, y que ésta se ve como una luz de colores que emana de cada uno de nosotros. Verdad o ficción, es una hermosa metáfora para pensar que como el pintor, creamos con la luz y hasta la sobra puede ser en ocasiones un maravilloso elemento para hacer algo bello.