Lo que pasa es que todos@s tenemos obstáculos muy reales para poder llegar a estas respuestas y vivir nuestra vida en coherencia con ellas. Estos obstáculos están siempre relacionados con emociones que nos han marcado a lo largo de la vida. Eventos, pensamientos y momentos que nos han dejado una marca tanto en la mente, en la memoria -algunas veces inconsciente- pero siempre conectada de alguna manera a nuestro cuerpo, guardada en la infinita memoria celular del universo que es nuestro propio cuerpo. Especialmente las emociones dolorosas son aquellas que pasan a los confines del olvido, pero no dejan de tener sus efectos en nuestras percepciones, nuestras decisiones, nuestro comportamiento y hasta en nuestra salud.
Lo importante es que tod@s tenemos un gran potencial para cambiar nuestra vida (incluyendo percepciones, decisiones, comportamiento, salud... ¡todo!). Los estudios neuro-científicos más recientes han descubierto los mecanismos que conectan nuestras emociones y pensamientos con nuestra realidad más material: el cuerpo. Sabemos entonces que cómo nos sentimos y cómo pensamos -nuestro estado emocional- puede impactar la actividad de las células, dejando marcas, pero también borrándolas ... dejando nuevas marcas intencionales. Esto es lo que hacen algunas terapias, ayudarnos a liberarnos de las viejas marcas para crear nuevas, mejores.
¡Lo que se necesita es querer! ¡Así, fácil! Querer implica intención y atención. Cuando enfoco mi atención hacia aquello que quiero cambiar, mover, desarrollar, me doy cuenta de que tengo un potencial gigantesco para definir mi propia realidad, expandir mi visión y ser flexible a las infinitas posibilidades que tengo para construir mi propia historia y vivir la vida que quiero vivir.